Recomprobé que me encanta ir a los recitales. Ya lo sabía, pero siempre que regreso de un show reconfirmo este sentimiento. Más cuando las condiciones son adversas (feo lugar, una banda de la cual no soy tan fanático, mal día) y todo sale bien igual.
Ver bandas en vivo, en el escenario, ver sus rostros, caracterizaciones, vestuarios o puestas en escena, más toda la atmósfera que genera un lugar y la gente hacen un combo explosivo. Debo admitir que fue mutando mi foco de interés; antes la atmósfera me sumía en el "mundo recital" desde la orbita de disfrutar ya el hecho de participar de este tipo de eventos (mirando a la gente, banderas, lugar, tatuajes, remeras, etc) y ahora mi interés es plenamente ver a la banda en vivo, escuchar el sonido, la música, disfrutar ese momento. Creo que esta metamorfosis surgió hace rato ya.
Cuando uno va a un recital le pone imágen a la música que escucha, le da forma a esas melodías que "alguien" canta y logra identificar si la música y la banda forman un dúo armonioso y glorioso de ver.
Escuchar un disco es una situación placenterísima. Pero cuando uno va a un evento quiere reconfirmar ese amor y gozo por esos sónidos, y además le agrega el agrado ya por la banda en sí (si es que lo convence en público), y logra elevarla al siguiente nivel de gusto.
Cuando uno va a ver a un grupo musical está "poniendo a prueba" su cariño por la música que hacen. Porque si te gustó el recital, tu amor por ellos se potencia y las canciones te llegan más. Por el contrario si en vivo te descepcionaron, tu relación con los protagonistas en cuestión empieza a mermar incluso musicalmente (cosa que antes no estaba en tela de juicio).
Vieron que también entrados los años las previas recitaleras son muchísimo más escasas. Uno ya se toma el trabajo mental de discernir entre cual merece ese rito preevento y cual no. Hasta quizas ya ni las hagan. En fin, les dejo picando una pregunta:
En la previa al recital o camino hacia este: ¿Se escucha la música de la banda que vamos a ver o se escucha otra cosa?